DEFENSORA DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
PIONERA DEL SUFRAGIO FEMENINO EN ESPAÑA
DEFENSORA DEL IDEARIO POLÍTICO
REPUBLICANO, LIBERAL, LAICO Y DEMOCRÁTICO
DISCURSO DE CLARA CAMPOAMOR EN LAS CORTES
EL 1 DE FEBRERO DE 1931
EL 1 DE FEBRERO DE 1931
Señores diputados: lejos yo de censurar ni de
atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el
contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la
capacidad inicial de la mujer. Creo
que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de
Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la
necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.
Respecto
a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la
mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas
en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las
mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y
por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza
cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación
pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que
las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?
¡Las
mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la
República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han
luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las
mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad?
Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a
todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las
consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al
Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre
ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos
sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer
no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para
demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre,
al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en
un lazareto los de la mujer?
Pero, además, señores diputados, los que votasteis
por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y
decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado
ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye
para nada en la vida política del hombre, estáis -fijaos bien- afirmando su
personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa
personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis
las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer
eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis
vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el
respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la
mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.
No se trata aquí esta cuestión desde el punto de
vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute,
que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano,
todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en
principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer
un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del
ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848,
Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el
voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede
negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el
temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio -cosa dolorosa
para un abogado-, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que
sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista
práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no
puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del
señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.
Hace
él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las
estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice
esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de
1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones,
lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha
disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en
la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en
tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente
que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los
hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo
llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres,
sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva
ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues,
desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer
la entrada en la obtención de este derecho.
Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No
olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el
producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones,
pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y,
con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la
mujer.
A
eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad
femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a
quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay
degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos
por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los
biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a
mí, ni de mí a vosotros.
Desconocer
esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello,
pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo
sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a
vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner
al margen a la mujer.
Yo,
señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería
un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la
mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras
fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva
fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su
camino.
No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense
que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es
avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error
político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la
República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de
su redención.
Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os
hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en
cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto
que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la
masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he
visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que
ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la
redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no
tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante
tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que
representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo
para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos
como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de
Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y
de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.
Señores
diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os
molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo
defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón
en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se
inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por
vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos
a la República española.
PELÍCULA DEDICADA A
CLARA CAMPOAMOR
CLARA CAMPOAMOR
Enlaces/Links
Vida y obra de Clara Campoamor: http://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_universal
Sufragio Femenino: http://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_femenino
Sufragio Universal: http://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_universal
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