María Winkelmann nació
en Leipzig, estado alemán de Sajonia, el 25 de febero de 1670, en el seno de una familia muy peculair para la
época. Su padre, quien era pastor luterano, creía que las mujeres tenían, al igual
que los hombres, el derecho a la educación, por lo que tanto él, como Chistopher
Arnold, tío de la joven, introducen a María en el mundo de las letras y las
artes. Al morir su padre María se muda a
la casa de su tío en Sommerfeld, allí continúa sus estudios y conoce al renombrado
astrónomo Gottfrid Kirch, quien más tarde se convertiría en su esposo.
En 1692 María contrae
matrimonio con Gottfrid, a partir de entonces ambos se dedican al estudio de la
astronomía y observación del firmamento. En el año 1700 Gottfrid es nombrado
astrónomo oficial de la Academia de Ciencias, por lo que la pareja se muda a
Berlín; allí se le presenta a María la oportunidad de trabajar en dicha academia como ayudante de su esposo. Durante
los años venideros la pareja se
dedicara a estudiar el firmamento y realizar cálculos astrónomicos que serían
utilizados para elaborar calendarios y almanaques. Por ese entonces María también
publica sus observaciones sobre la aurora boreal.
En la noche del 21 de
abril de 1702 María descubre el cometa C/ 1702 H1, convirtiéndose así en la primera mujer que hace un descubrimiento
de tal naturaleza. En 1708 María descubre
otro cometa al que le da el nombre de su esposo, Gottfrid Kirch; injustamente su
descubrimiento sería atribuído más tarde a su esposo.
En 1710, tras la muerte de su esposo, María solicita ingresar a la Academia de Ciencias como astrónomo asistente. A pesar de sus méritos y logros, la petición le fue denegada simplemente para no sentar el precedente de que una mujer tuviera semejante privilegio.
En 1716 María reingresa la academia como ayudante de su hijo Christopher, trabajo que realiza conjuntamente con sus otras dos hijas y el que abandonaría, para no perjudicar a su hijo, dado que en varias ocasiones fue exhortada por la dirección de la academia a dejarse ver los menos posible, todo debido a su prestigiosa reputación.
Los hombres de la epoca,
principalmente aquellos que estaban al frente de la Academía de Ciencias, pretendieron
que el trabajo de María Wilkenmann fuera ignorado, olvidando como hombres de
ciencia un pricipio elemental: la verdad no se puede ocultar eternamente, sería
como tratar de ocultar la luz del sol con un dedo. Por eso hoy muchos estamos
escribiendo sobre María Winkelmann, la primera mujer astrónoma, la que
descubrió cometa C/ 1702 H1, la mujer que
nunca fue invisible, ni en los 1700, ni
ahora.
Hasta la próxima,
Theté/Silvia Regueira